El liderazgo es personal, selectivo e intransferible, pero tiene más características.
El liderazgo es un tema de confianza. El caballo confía en las decisiones de otro caballo más inteligente, capaz, hábil y protector. Ese es el problema, que muchas veces a él no le parecemos así.
Tenemos que aprender a saber cómo nos ve el caballo, pues cuando juzgamos que tenemos el liderazgo lo seguimos haciendo desde el punto de vista humano y es un error.
Cuando conozcamos el proceso mental y emocional del caballo nos daremos cuenta que esa confianza que el caballo debe tener en nosotros es la clave para que haga lo que queremos.
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El liderazgo puede ser parcial - que no gradual-, pues la confianza también puede ser parcial. No es que inspiremos confianza o no la inspiremos, sino que nos tendrán confianza –los caballos y la gente- según para qué cosas. Tenemos que construir la confianza y fortalecerla. Ampliar sus alcances y beneficios. Eso lo lograremos –con los caballos y con los humanos- con una actitud congruente, benévola, pero sobre todo justa y honesta. Esa es la tarea para lograr lo que queremos –con los caballos y con la gente-.
Por otra parte, debemos entender que existen muchas diferencias entre los caballos –como entre los humanos- y esas diferencias los hacen más o menos tolerantes; más o menos listos; más o menos dominantes; más o menos tercos; más o menos reactivos; más o menos sensibles y más o menos nerviosos. Todos estos factores operan para facilitar o dificultar que logremos más o menos
confianza, es decir, más o menos liderazgo.
¿Es necesario decir que los humanos somos más o menos inofensivos, consistentes, específicos, oportunos, graduales y justos? Pues estos otros factores también juegan parte en el proceso de lograr mayor o menor confianza y por lo tanto mayor o menos liderazgo sobre el caballo –y sobre la gente-.